Detrás de
aquella muralla que separa la realidad de mi ficcional vida de temores ocultos,
observe las cenizas de canciones , dibujos, poemas y la vida misma vestidas de
color gris llevados por el viento sur y esfumarse en aquella mañana de otoño.
Desde entonces extraje los mejores recuerdos del extenso relato anecdótico de
mis hazañas enumeradas en fecha y hora tal cual sucedían los hechos pero no
sabía que mi futuro lo había resumido en un poema. Almacenó los mejores
mensajes de amor extraviados en la cotidiana espera de un beso iluso y, quizás,
jamás pensé el daño que causaría recordar mi pretérito imperfecto.
A pesar del
viento, el primer intento fue eficaz, afecto al primer poema (empecé a lamentar
ese instante al recordar que no tenía una copia de la misma) pero antes de
incinerar su vil vida a lo largo de los cincuenta extirpe a Jessy y Joy de su
arrumbrada y seca trayectoria de fascículo sin precio.
Hojas en
blanco, mar de mi corazón, inicio de una supuesta novela que acabo siendo mi primer
cuento; tachaduras, enmiendas, borradores y correcciones fueron consumiéndose
poco a poco sin pensar que aquel principio de blog no llenaba la necesidad de
escribirte. Las letras por su lado dejaron de latir desde que la tinta no
circulaba en ellas ya que las mismas envueltas por un calor profundo
adquirieron quemaduras de tercer grado que ningún tipo de pensamiento líquido
dejaría que se extinga de dicha muerte.
Lo moví con un
palo seco de mandarina, empecé a soplar, me mantuve treinta minutos en pie para
verlo desaparecer por completo y asegurarme de que su existencia se había
olvidado pero o fue así porque quedo la tapa, la tapa de mi cuaderno verde.
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