martes, 8 de noviembre de 2011

Cenizas Verdes


Detrás de aquella muralla que separa la realidad de mi ficcional vida de temores ocultos, observe las cenizas de canciones , dibujos, poemas y la vida misma vestidas de color gris llevados por el viento sur y esfumarse en aquella mañana de otoño. Desde entonces extraje los mejores recuerdos del extenso relato anecdótico de mis hazañas enumeradas en fecha y hora tal cual sucedían los hechos pero no sabía que mi futuro lo había resumido en un poema. Almacenó los mejores mensajes de amor extraviados en la cotidiana espera de un beso iluso y, quizás, jamás pensé el daño que causaría recordar mi pretérito imperfecto.

A pesar del viento, el primer intento fue eficaz, afecto al primer poema (empecé a lamentar ese instante al recordar que no tenía una copia de la misma) pero antes de incinerar su vil vida a lo largo de los cincuenta extirpe a Jessy y Joy de su arrumbrada y seca trayectoria de fascículo sin precio.

Hojas en blanco, mar de mi corazón, inicio de una supuesta novela que acabo siendo mi primer cuento; tachaduras, enmiendas, borradores y correcciones fueron consumiéndose poco a poco sin pensar que aquel principio de blog no llenaba la necesidad de escribirte. Las letras por su lado dejaron de latir desde que la tinta no circulaba en ellas ya que las mismas envueltas por un calor profundo adquirieron quemaduras de tercer grado que ningún tipo de pensamiento líquido dejaría que se extinga de dicha muerte.

Lo moví con un palo seco de mandarina, empecé a soplar, me mantuve treinta minutos en pie para verlo desaparecer por completo y asegurarme de que su existencia se había olvidado pero o fue así porque quedo la tapa, la tapa de mi cuaderno verde.
     

domingo, 2 de octubre de 2011

Matando llamadas perdidas


A Jorge Rojas en su oficio de nictálope 


Yo sé, hoy el universo no conspira para escribirnos y antes de dormir observé la luna, mi esperanza de respuesta. Quisiera desplomarme de sueño en aquel acceso de locura, cuando la sinceridad de las copas sirvan de inspiración para tu boca.


Inventamos rústicos mecanismos de comunicación y aprovechamos que la señal no nos discrimino (por el momento). Aquellas llamadas hechas viento en la cálida tarde de agosto, donde es imposible resumir  a una persona en tres páginas de mensaje de texto.


No te duermas temprano hoy, ya que todo es mejor de a dos y a la hamacas no la rechazaría con este calor desubicado, raramente sin llamadas pérdidas. A veces, opacadas por nubes traidoras o por palomas mal educadas.



¿Un mensaje en blanco es como una llamada pérdida? ya que me llego incompleto (envíame otra vez). Creo saber que paso: se mezclo con un mensaje viejo y se formó un híbrido casi como una llamada pérdida.
¿Vos la encontraste o directamente la mataste?

sábado, 13 de agosto de 2011

El sonido de tu aroma

Y allí estaba el mismo paisaje de todos los lunes: Lo cambiamos la semana pasada y ahora esta en el piso, hecho cuadritos. No soporto su peso.


Amanecí con los ojos hinchados y sólo llego a ver su sombra a lo lejos.


- No haces nada, nde mitakuña'i- grita con fuerza y rudeza.


Sin dirigirle una palabra dejo que el estado etílico lo consuma como las espinacas que utiliza Popeye como energizante.


Escucho de nuevo esa voz que anuncia mi plena soledad al lado de la mesita de escritura. Sólo siento los granos  de maíz que atraviesan mi piel cuando me arrodillo sobre ellos.


Escuché un grito y el sonido del vidrio quebrándose, se me erizó la piel, esta vez fue la ventana fue la ventana de mi pieza y Mamá no se  resistió. 



Sentí un golpe fuerte, me desperté, siempre las mismas palabras, el murmullo de la gente. ¿Sillas blancas? ¿y ese aroma a café? ¿ de dónde viene? No entiendo nada, sólo veo una corona de flores amarillas con las letras Q.E. P. D

domingo, 1 de mayo de 2011

Vine, te vi y te vencí

                                                                                                                A   B.V



 Te extraño es cierto

el martes no sé

capaz que si ¿por qué no?

llueve, te pido disculpas.

Te quiero es cierto

terminamos en tres

recuerdo ese día

aquellos tiempos

la carita feliz

el sándwich de naranja

Te extraño es cierto,

   te quiero también

   quizás más lo primero

      que lo segundo. 



Suplantador

Combinamos perfectamente

con sonidos de tus besos asonante

cruzamos fronteras y soy testigo

de nuestros limites inexplorables.

La noche y mi sobre dosis de miedo

de me animo y no me animo

capturados en el frío oblicuo 

de aquella parada sin rumbo.


temprano y mojado amanecer evadido

en aquella estación de trenes, calles y murmullos,

víspera de soledad, frío y un minuto. 





miércoles, 5 de enero de 2011

Un milagro

Un santo milagroso. Eso era. Las beatas del pueblo juraban que lo habían visto sudar, sangrar y llorar. Desde la capital una agencia turística organizaba excursiones para mostrar al Santo.


Para unos se trataba de San Miguel; para otros, de Santo Domingo o de San Bartolomé y no faltó quien afirmara  que se trataba de un San Sebastián ; algo extraño, ya que le faltaban las flechas. Y como la propia iglesia no se ponía de acuerdo, la feligresía optó por llamarlo el Santo y nada más. De todas maneras, el párroco estaba encantado con el aluvión limosnero.


Marcela no vino en excursión. Ella y sus padres vivían desde siempre en el pueblo, o sea que conocía al Santo desde niña. Su imagen habían estado presente desde sus primeros sueños infantiles. Ahora tenía diecisiete años y era la más linda en varias leguas a la redonda.


También el Santo era apuesto y cuando Marcela iba a la capilla y se arrodillaba frente al altarcito lateral en que el Santo moraba, su devoción tenía sutiles trazos de amor humano. Una mañana de lunes, cuando el templo estaba desierto, la muchacha se acercó al Santo, lo miró largamente y esta vez su suspiro fue profundo. Luego se arrimó y comenzó a besar minuciosamente aquellos dolidos pies de yeso. Luego acompañó sus besos con caricias en las piernas descaradas.


De pronto sintió que algo humedecía su brazo. Al comienzo no quiso creerlo, pero era así. Un milagro inédito, después de todo.


Porque aquello no era llanto ni sangre ni sudor. Era otra cosa.












Extraído del libro La borra del café de Mario Benedetti